Del paraíso del placer al remanso de paz, recostada sobre su pecho...
Por enésima vez, Emi Abbott disfrutó de la poderosa virilidad de El Polaco en esa última noche de las tres que pasaron juntos TRES NOCHES.. Del paraíso del placer al que la arrastró la inconmensurable potencia de su amante al remanso de paz que envolvió su ser entero cuando se recostó sobre su pecho y él la estrechó entre sus brazos y besó sus mejillas y las comisuras de sus labios. El momento de felicidad extrema provocó que un involuntario “te quiero” saliera, nítido y espontáneo, de la garganta de Emi.
-Yo también a ti. Lo que no quiero es que sufras por mi.
-No te preocupes. Sé que algún día encontrarás a una colombiana que te haga sopitas todas las noches y olvidarás a tu geisha UNA AUTÉNTICA GEISHA
-¿Por qué colombiana? ¿No puede ser brasileña?, preguntó él.
Emi fue incapaz de contestar, petrificado su cuerpo y enmudecida su garganta RELACIONES Y DECEPCIONES (II) . No hace mucho, El Polaco le confesó por teléfono que había estado con otra mujer, una brasileña. Ella no le dio mucha importancia, convencida de que se trataba de un lío casual y pasajero. De hecho, su amante siguió llamándola y tratándola como si fuera la única mujer de su vida. La idea del adiós no se le pasaba por la cabeza. Sin embargo, en ese momento, al escuchar de sus labios la palabra “brasileña”, fue consciente de que su pérdida empezaba a abandonar el terreno de la posibilidad remota para entrar en el de la realidad cercana y certera. El fantasma de otra mujer aplastó su cabeza con tanta fuerza que le resultó imposible expulsarlo del remolino de pensamientos lúgubres que la asaltaban como una jauría de perros rabiosos.
-¿Me estás diciendo que tienes a otra y que me dejas?, le preguntó tras unos minutos de silencio, en un tono que denotaba mitad rabia y mitad tristeza.
-No soporto la idea de vivir sin verte, Emi. Sabes que soy sincero. Te he hablado en repetidas ocasiones de mis deseos de compartir contigo el resto de mi vida. Eres tú la que no quieres hacerlo.
-No es que no quiera. Es que, por ahora, no puedo. Ya conoces las circunstancias de mi vida.
-Y tú también las de la mía. Me siento viejo. No quiero estar solo.
-Entonces, ¿vives con ella?, inquirió Emi, apesadumbrada.
-No. Ella tiene su casa y yo la mía, pero están en la misma calle. Lo cual implica que no podrás quedarte en mi apartamento cuando vengas a Varsovia.
-No pensaba hacerlo. No se me ha perdido nada en esa ciudad.
-Yo sí que pienso venir a verte de vez en cuando, como hasta ahora. No quiero perderte, acabo de decírtelo. Es más: tengo la intención de volver en Navidades. Si estás dispuesta a recibirme, por supuesto.
-Ya lo pensaré, le contestó ella. Hasta mañana, se despidió dándose la vuelta en la cama y colocándose de espaldas a el.
El Polaco acarició sus cabellos durante un buen rato, hasta que se quedó dormido. Su compañera tenía los ojos cerrados aunque estaba despierta. El reloj marcaba con parsimonia el paso de la noche mientras las dudas inundaban la mente de Emi. Sabía que tenía que tomar una decisión. Abrió los ojos y repasó con su mirada el largo cuerpo desnudo de su amante, con el presentimiento de que sería la última vez en mucho tiempo...
Se levantó y se vistió en la oscuridad y en silencio. Se marchó sin decir “adiós” ni “hasta luego”. Como si nunca nada hubiera ocurrido entre ellos...
RoCastrillo