...Sus labios recorriendo toda la extensión de su anatomía morena y sus dedos largos estrechando los pezones turgentes...
Olivia y su nuevo amante salieron de El Maligno cogidos de la mano y tomaron la dirección del cercano apartamento de ella, deseosos de dar rienda suelta a la PASIÓN REPENTINA que se había apoderado de sus cuerpos...
Nada más entrar en la vivienda, ella puso música y se dirigió a la cocina con la intención de servir unas copas.
-¿Qué te apetece tomar? Tengo güisqui y ron, inquirió a su acompañante.
-No quiero beber más. Quiero tomarte a ti, belleza, le respondió él, acercándose hasta su lado. Te deseo y solo pienso en devorarte entera, mira cómo me has puesto, le indicó al tiempo que tomaba su mano derecha y la colocaba sobre su herramienta en erección.
-La tienes dura, sí, corroboró ella dirigiéndole una amplia sonrisa y acariciando con las yemas de sus dedos el glande que se asomaba por el pantalón del hombre y pugnaba por liberarse de la ropa...
La besaba con pasión y la desnudaba con premura. Las prisas del deseo propiciaron que, en un santiamén, ambos retozaran tal como vinieron al mundo en el ancho sofá del salón, él sobre ella, sus labios recorriendo toda la extensión de su anatomía morena y sus dedos largos estrechando los pezones turgentes... Olivia admiraba el cuerpo vigoroso de su compañero, la piel suave y completamente rasurada y la boca sensual que la besaba hasta dejarla sin aliento...
“Quiero tus pechos, quiero tus pechos”, repetía susurrante mientras colocaba entre ellos el tronco de la vigorosa masculinidad coronada por un suave capullo rosa que Olivia acariciaba con la punta de su lengua. Un juego detrás de otro y un hombre que derrochaba experiencia y sensualidad... Alcanzaron el éxtasis sudando como animales y, tras unos minutos de descanso, se trasladaron a la cama de ella y volvieron a fundir sus cuerpos...
La pasión repentina que los había llevado hasta allí continuó durante el resto de la noche y las primeras horas de la mañana. El miembro viril entraba y salía de la cueva humedecida que se dilataba para acogerlo y se encogía para trasladarlo al universo del placer. La boca del hombre lamía el rostro femenino y la habitación se iluminaba con las luces del amanecer, inundada por gemidos que expresaban el lenguaje del deseo...
Se besaron con tanto ardor que, cuando Olivia se preparó para ir a recoger a su hijo, su cara parecía haberse quemado por el sol.
Él la acompañó hasta la parada del autobús. Le pidió su número de teléfono, pellizcó con disimulo sus nalgas prietas y se alejó caminando apresurado calle abajo. Olivia, el rostro satisfecho y la sonrisa floja, siguió sus pasos con la mirada. El desnudo de su anatomía corpulenta inundó su mente y un enjambre de mariposas se apoderó de su vientre... Deseó que el tiempo corriera y que no se parara hasta sentirlo de nuevo abriendo sus entrañas...
RoCastrillo